En Colombia, los niños ya no esperan que les cuenten cuentos: los buscan en YouTube, los imitan en TikTok y los comentan por WhatsApp.
Un estudio reciente de la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) revela que los menores consumen cada vez más contenidos audiovisuales de forma individual, móvil y digital, sin suficiente acompañamiento adulto.
Entre brechas tecnológicas, escasa mediación parental y una alfabetización mediática aún incipiente, se dibuja una generación hiperconectada, desigualmente equipada y, muchas veces, sola frente a la pantalla..
Una generación digital y dispersa
Por: Gabriel E. levy B.
A mediados de 2024, la CRC emprendió un estudio pionero en Colombia para cartografiar el mundo digital infantil.
Se trató de un esfuerzo robusto y meticuloso: 2.610 encuestas aplicadas en hogares y centros educativos, cubriendo una población representativa de menores de entre 3 y 17 años, padres, cuidadores y docentes. ¿El objetivo? Entender qué consumen los niños colombianos, cómo lo hacen, con quiénes lo hacen y qué consecuencias trae esta interacción.
El estudio no se limitó a describir dispositivos o plataformas.
También indagó en la percepción, apropiación, producción de contenidos y mediación parental, trazando un retrato detallado de la infancia colombiana frente a las pantallas.
Desde la Amazonía hasta el Caribe, desde el estrato 1 hasta el 6, el informe revela una compleja y desigual constelación de prácticas mediáticas que, aunque tienen mucho en común, también evidencian brechas profundas.
“Los niños son grandes imitadores. Por eso hay que darles grandes cosas para imitar” – Joyce Brothers
“Infancia mediada: del televisor a la pantalla personal”
El informe deja claro que los dispositivos electrónicos ya no son objetos de uso compartido.
El 61% de los niños y adolescentes en Colombia tiene un celular propio. En el grupo de 14 a 17 años, esta cifra asciende a un 81%. El consumo se vuelve cada vez más individual, aunque con variaciones según edad, género y estrato socioeconómico.
En el estrato 6, el 100% de los hogares cuenta con Smart TV, y el 81% con computador personal.
En contraste, en el estrato 1, solo el 81% tiene un televisor inteligente, apenas el 21% posee computador y solo el 7% tiene consola de videojuegos.
La brecha digital no es solo de acceso, sino también de posibilidades culturales y de alfabetización crítica.
El consumo ya no se limita a la televisión. YouTube y TikTok se consolidan como las plataformas dominantes.
El primero, preferido por los menores de 10 años; el segundo, por los adolescentes. Mientras los pequeños de 6 a 9 años dedican el 43% de su tiempo audiovisual a películas, los preadolescentes prefieren series (19%) y videojuegos (40%).
Lo que impresiona no es solo el qué, sino el cómo. El 83% de los niños realiza otras actividades mientras ve televisión: comer, hacer tareas, chatear o incluso grabar videos para redes.
Esta “multitarea audiovisual” define un nuevo tipo de atención dispersa y simultánea, donde ver ya no es estar presente, sino coexistir.
“Prosumidores en miniatura: cuando ver ya no es suficiente”
El estudio también revela una infancia activa, en la que muchos niños no solo consumen contenidos, sino que los producen y los transforman.
El 56% de los adolescentes investigó temas que vio en televisión. El 52% de los menores de 6 a 9 años afirma que hace cosas que ve en la pantalla “porque le parece que está bien y le gusta”.
Algunos incluso piden que les compren objetos vistos en comerciales.
El impacto de la publicidad es tan profundo que un porcentaje importante recuerda anuncios de apuestas, a pesar de que están dirigidos a públicos mayores.
Esto pone en evidencia, como diría el filósofo Guy Debord, que no solo vivimos en una sociedad del espectáculo, sino que el espectáculo habita en la infancia.
El rol de los padres es ambivalente. Si bien muchos acompañan a sus hijos frente a la pantalla (77% en fines de semana), esa compañía se reduce a medida que los niños crecen.
Además, el uso de herramientas de control parental es bajo: apenas el 14% en redes sociales, por ejemplo. Esto refuerza lo que advierte la pedagoga Sonia Livingstone: la mediación parental es indispensable, pero muchas veces está ausente, mal informada o desactualizada frente a la velocidad digital.
“Un país, muchas infancias: disparidades y desafíos”
Las cifras del estudio revelan no una infancia colombiana, sino múltiples.
En zonas rurales, como la región indígena caribe, el consumo de televisión local es del 29%. En Bogotá, apenas del 10%. En regiones como el Valle del Cauca, los niños disponen de hasta 3.1 dispositivos por persona.
En la Amazonía, apenas de 2.0. Estas diferencias reflejan no solo desigualdad material, sino también brechas en la posibilidad de acceder a contenidos formativos, creativos o simplemente entretenidos.
Además, las prácticas mediáticas se cruzan con el género. Los niños tienen una preferencia del 87% por las consolas de videojuegos, mientras que las niñas se inclinan más por el uso de tabletas (60%).
La frecuencia también varía: el 26% de los hombres juega videojuegos todos los días, frente a un 16% de las mujeres.
Esta diferencia no es casual: responde a patrones culturales que refuerzan ciertas prácticas como masculinas o femeninas.
El consumo solitario también está determinado por el estrato y la región.
En el estrato 1, solo el 22% ve contenidos audiovisuales en solitario, mientras que en el estrato 4, este número sube al 26%. En regiones como la Opita o la Paisa, más del 70% de los menores consume contenido sin compañía.
La autonomía, entonces, no es solo una cuestión de edad, sino también de entorno.
Prosumidores desde pequeños
El estudio de la CRC deja entrever cómo los niños, niñas y adolescentes colombianos están inmersos en un ecosistema digital donde también producen contenidos.
El 56% de los adolescentes investiga por su cuenta temas que ve en televisión o redes, y un porcentaje creciente comparte fotos, videos o mensajes a través de redes sociales como WhatsApp, Facebook e Instagram.
En plataformas como TikTok, los más pequeños ya incursionan como creadores de contenido, lo que plantea interrogantes sobre exposición, privacidad y orientación ética.
No obstante, esta participación activa ocurre en un entorno donde la gestión de privacidad aún es débil: solo un 61% reporta usar algún tipo de medida de protección en sus cuentas.
La presencia adulta, aunque bien intencionada, es dispersa.
El uso de herramientas de control parental en redes sociales no supera el 14%, y en videojuegos es del 22%.
En un país donde más del 70% de los padres reconoce que sus hijos consumen contenidos principalmente por internet, la desprotección es alarmante.
La alfabetización mediática, sigue siendo una asignatura pendiente.
La infancia digital en Colombia no solo consume: también crea, comparte, se expone y aprende, pero casi siempre sin guía.
En conclusión
El estudio de la CRC permite ver con claridad una transformación silenciosa, pero radical: la infancia colombiana ya no vive en un mundo televisivo, sino en un ecosistema digital, disperso, personalizado y muchas veces solitario. Las pantallas no solo entretienen, también educan, socializan y moldean actitudes. Y aunque los niños se muestran como agentes activos, las brechas de acceso, la falta de mediación y la débil alfabetización mediática siguen siendo desafíos urgentes. La revolución digital en la infancia ya ocurrió. Lo que falta es que los adultos se pongan al día.
Referencias:
- Jenkins, Henry. Convergence Culture: Where Old and New Media Collide. NYU Press, 2006.
- Livingstone, Sonia. Children and the Internet: Great Expectations, Challenging Realities. Polity Press, 2009.
- Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC). Estudio de Infancia y Medios Audiovisuales. Consumo, Mediación Parental y Apropiación – 2024.