Conectar la selva: El megaproyecto de Brasil en el Amazonas

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En las profundidades turbias y lentas del Amazonas, Brasil está tendiendo algo más que cables: está construyendo puentes invisibles entre el aislamiento y la oportunidad. Un ambicioso proyecto estatal ha comenzado a instalar 1.100 kilómetros de fibra óptica bajo las aguas del río más caudaloso del mundo.

No hay postes, no hay deforestación, solo un delicado entramado sumergido que promete llevar internet a más de 370.000 personas en comunidades remotas.

La tecnología se sumerge allí donde hasta ahora solo llegaba el silencio digital.

Un río de datos: la nueva travesía amazónica

Por: Gabriel E. Levy B.

Cuando el geógrafo Bertha Becker escribió que la Amazonia era «el escenario más complejo de la modernización en Brasil», quizá no imaginó que esa modernización llegaría por debajo del agua.

Desde hace décadas, el dilema amazónico gira entre desarrollo y preservación. Las carreteras abrieron la selva, pero también el paso a la destrucción. Las represas generaron energía, pero también desarraigo.

En cambio, la llamada “infovía”, el nuevo proyecto de conectividad por fibra óptica promete una intervención mínima en la naturaleza con un impacto máximo en la vida humana.

Brasil ya había intentado conectar su región norte en otras ocasiones.

Durante los años 90, el Programa Amazônia Conectada planteó una conectividad satelital, pero los costos eran astronómicos y la cobertura, deficiente.

Luego llegaron las redes móviles, cuyo alcance apenas rozó las periferias urbanas. Más recientemente, la red satelital Starlink, propiedad del empresario Elon Musk, dominó el cielo amazónico, pero a precios que marginaban a los más pobres.

Frente a este escenario, el despliegue de fibra subacuática marca un cambio estratégico: tecnología de punta con vocación pública.

El Amazonas, como columna vertebral del internet verde

“Las comunicaciones pueden ser la base de una nueva justicia territorial en el siglo XXI”, afirmó el sociólogo Manuel Castells en su célebre obra La era de la información.

Aplicado a la Amazonia, su pensamiento cobra una intensidad insólita. La región alberga más de 20 millones de habitantes dispersos en áreas muchas veces inaccesibles.

En algunos casos, llegar por tierra o aire es tan costoso que se convierte en una barrera al acceso a la salud, la educación y el mercado laboral.

En ese contexto, la fibra óptica subacuática se convierte en una especie de arteria digital.

El gobierno de Brasil, en una alianza entre el Ministerio de Comunicaciones, la estatal Telebras y operadores privados, está colocando los cables desde plataformas flotantes acopladas a remolcadores.

El sistema permite evitar la deforestación necesaria para levantar torres y postes, una ventaja significativa en un territorio hipersensible a las intervenciones humanas.

Cada kilómetro de cable implica también una declaración política: la tecnología no debe ser enemiga del medio ambiente.

Con una vida útil estimada de 25 años, los cables cubrirán 13 municipios amazónicos, incluyendo zonas del estado de Pará, donde la brecha digital ha sido estructural.

Según datos del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), más del 40% de los hogares rurales en esa región carecen de acceso regular a internet.

Las cifras se agravan entre pueblos indígenas y comunidades ribereñas.

Para ellas, la “infovía” no es solo una innovación tecnológica; es una puerta hacia derechos largamente postergados.

La conectividad prevista alcanzará 85 escuelas, 13 hospitales y 8 centros de investigación.

Las plazas públicas también contarán con puntos Wi-Fi y las operadoras ofrecerán paquetes económicos para la población.

Este enfoque múltiple sugiere un intento de integración integral: no se trata solo de llevar Netflix a la selva, sino de permitir que un joven indígena acceda a una beca universitaria, que una partera rural consulte una base médica o que una escuela realice clases híbridas.

Cuando la brecha digital se convierte en una frontera física

La desigualdad digital en Brasil tiene forma de mapa: se agrava a medida que uno se adentra en la selva.

Mientras en São Paulo la cobertura de internet móvil roza el 98%, en muchos pueblos amazónicos no hay ni señal telefónica.

La situación no solo profundiza el aislamiento geográfico, sino que también cristaliza otras desigualdades: menos acceso a programas sociales, menor posibilidad de formalización económica, y una desconexión alarmante con el resto del país.

“El acceso a internet se volvió un derecho básico, como el agua o la electricidad”, escribió la periodista e investigadora Renata Mielli en un informe para el Centro de Estudios de Mídia Barão de Itararé.

En efecto, sin conectividad es casi imposible inscribirse en programas educativos, emitir documentos, obtener asistencia médica remota o incluso realizar denuncias de violencia.

La Amazonia, por tanto, no solo ha sido una selva ignorada; también se volvió una zona digitalmente invisible.

Aquí es donde el proyecto cobra una dimensión ética.

La llamada “infovía” intenta reparar no solo una falla técnica, sino una omisión histórica.

El ministro de Comunicaciones, Juscelino Rezende Filho, aseguró que esta obra es “esencial” para insertar a los amazónicos en el mundo digital y garantizar que los servicios públicos lleguen de verdad.

El mensaje es claro: sin conectividad no hay ciudadanía plena.

La intervención también responde a una necesidad geopolítica. En los últimos años, la presencia de Starlink creció de forma meteórica en la región, pero con preocupaciones sobre el control extranjero de datos sensibles y la falta de regulación nacional.

La apuesta por infraestructura propia y terrestre, aunque subacuática, representa una forma de soberanía tecnológica en un territorio estratégico.

Entre aldeas conectadas y sueños en red

En la comunidad de São Félix do Xingu, en el estado de Pará, la llegada del primer tramo de fibra óptica ya generó cambios visibles.

La escuela municipal, antes sin acceso a internet, ahora transmite clases híbridas y realiza actividades con plataformas digitales.

En el hospital local, los médicos pueden consultar historiales clínicos en línea y coordinar traslados a centros urbanos.

La conexión, aunque aún intermitente, representa una diferencia abismal respecto al aislamiento anterior.

En otras zonas, como Alenquer o Santarém, los pobladores ya empezaron a organizar cursos en línea, emprender negocios por WhatsApp y acceder a servicios bancarios que antes solo estaban disponibles en ciudades distantes.

Los líderes indígenas ven en esta conectividad una herramienta para fortalecer sus territorios: desde monitorear la deforestación ilegal hasta participar en consultas gubernamentales sin viajar kilómetros por el río.

La red también permite a los investigadores ampliar su trabajo.

En el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (INPA), con sede en Manaus, los científicos ya proyectan estudios colaborativos con universidades extranjeras, gracias a la mejora en la velocidad de conexión.

Hasta hace poco, enviar archivos pesados implicaba días enteros de espera o el uso de dispositivos físicos enviados por barco.

Sin embargo, persisten retos.

En varias comunidades, la falta de energía eléctrica constante limita el uso pleno de internet.

En otras, el analfabetismo digital es alto, y se requieren políticas de formación y acompañamiento. Pero los primeros pasos están dados, y el impulso parece difícil de detener.

El reto de evitar un elefante blanco

A pesar de su alcance prometedor, el proyecto de la infovía amazónica enfrenta un desafío crucial: evitar convertirse en un elefante blanco digital, como ocurrió con la red de alta velocidad Vive Digital en Colombia.

Aquella iniciativa, entregada a la empresa mexicana Azteca Comunicaciones, prometía revolucionar la conectividad rural, pero terminó envuelta en incumplimientos, falta de sostenibilidad técnica y abandono institucional.

En el caso brasileño, la durabilidad del impacto dependerá no solo de la calidad de la infraestructura, sino también de una gobernanza transparente, inversión continua en mantenimiento y estrategias pedagógicas para garantizar el uso efectivo por parte de las comunidades. Sin políticas públicas que aseguren la apropiación social de la tecnología, incluso los cables más sofisticados pueden hundirse en el olvido.

La importancia de una adecuada estrategia de apropiación social

Instalar fibra óptica en el lecho del Amazonas es solo la mitad del camino; la otra mitad, igual de compleja y decisiva, es lograr que las comunidades se apropien de esa conectividad.

La experiencia internacional demuestra que el acceso sin uso efectivo no transforma realidades.

La apropiación social implica capacitar a docentes, formar a líderes comunitarios, traducir interfaces digitales a lenguas indígenas, y adaptar los contenidos a las necesidades locales.

No basta con que haya señal de internet; es necesario que las personas comprendan cómo utilizarla para ejercer derechos, emprender, estudiar o participar políticamente. Una red digital sin usuarios activos y empoderados es solo una promesa vacía.

En la Amazonia, donde las condiciones culturales y lingüísticas son tan diversas como su biodiversidad, una estrategia de apropiación social debe ser sensible, continua y participativa, o el proyecto corre el riesgo de replicar las lógicas verticales que históricamente han marginado a estas poblaciones.

En conclusión, el tendido de fibra óptica bajo el Amazonas representa un avance técnico y simbólico sin precedentes en la historia de la conectividad brasileña. Sin embargo, el verdadero desafío no está solo en colocar los cables, sino en asegurar que no se conviertan en una estructura muerta, como ocurrió con la red Vive Digital en Colombia, cuyo despliegue fue ambicioso, pero falló por falta de gestión, mantenimiento y compromiso estatal. Para que la infovía amazónica transforme realmente vidas, debe ir acompañada de políticas sostenidas, formación digital comunitaria y una visión de largo plazo que garantice su operatividad y apropiación social. Sin eso, el riesgo de que esta infraestructura quede como un símbolo del abandono disfrazado de progreso sigue latente.

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