El turismo sostenible frente a los retos del siglo XXI

El turismo sostenible es un ideal necesario pero difícil de alcanzar en un mundo que enfrenta una crisis climática ineludible, inequidades sociales profundas y un consumo desmedido de recursos naturales.

En este contexto, las smart cities surgen como una esperanza, una promesa de innovación que podría transformar la experiencia turística y la relación entre visitantes y destinos.

¿Puede la tecnología salvarnos de nosotros mismos?

Por: Gabriel E. levy B.

Desde Venecia, ahogada por las hordas de turistas, hasta los pueblos del sudeste asiático convertidos en parques temáticos para occidentales, el turismo masivo dejó cicatrices profundas en el paisaje y en las comunidades locales.

Según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT), en 2019 se registraron más de 1.500 millones de llegadas internacionales, una cifra que parece inofensiva hasta que se traduce en millones de toneladas de emisiones de carbono, deforestación para infraestructuras hoteleras y desplazamiento de residentes por el encarecimiento de la vida.

John Urry, en The Tourist Gaze, señala que la masificación del turismo no solo transforma los espacios físicos, sino también las culturas que se ven obligadas a adaptarse a las expectativas del turista. Esta dinámica genera tensiones sociales que, a menudo, no se consideran al calcular los ingresos económicos que deja la industria.

El turismo no sostenible no es solo una cuestión de paisajes degradados o de basura acumulada; es un reflejo de cómo la globalización y el consumo excesivo ignoran los límites planetarios. Aquí surge la necesidad de repensar las estrategias turísticas para mitigar estos efectos y proyectar un modelo más respetuoso con el medio ambiente y las personas.

Smart cities y el turismo del futuro

Las smart cities, con su capacidad para integrar tecnología, datos y sostenibilidad, podrían ofrecer soluciones viables para los retos del turismo sostenible. Una ciudad inteligente se define no solo por su infraestructura tecnológica, sino por cómo esta se utiliza para mejorar la calidad de vida, reducir el impacto ambiental y fomentar una economía más equitativa.

Barcelona, pionera en el concepto de ciudad inteligente, ya implementa sistemas de sensores para controlar la densidad turística en puntos clave como la Sagrada Familia o Las Ramblas.

Esta tecnología no solo permite gestionar las multitudes, sino también redistribuir el flujo de visitantes hacia otras áreas menos concurridas.

Según el Ayuntamiento de Barcelona, esta estrategia disminuyó en un 20% el impacto del turismo en el centro histórico.

Otra faceta importante es el uso de plataformas digitales para conectar a los turistas con experiencias locales auténticas, reduciendo la dependencia de las grandes cadenas internacionales.

Richard Florida, autor de The Rise of the Creative Class, argumenta que las ciudades que apuestan por una economía creativa pueden atraer a un turismo más consciente, interesado en la cultura y en la sostenibilidad.

No obstante, el potencial de las smart cities en el turismo no está exento de críticas. Algunos especialistas advierten que la dependencia tecnológica podría generar exclusión social o agravar desigualdades, si los beneficios no se distribuyen equitativamente entre los residentes.

Entre promesas y desafíos: casos que iluminan el camino

En Ámsterdam, las smart cities demostraron su capacidad para abordar el turismo masivo con innovaciones tecnológicas. La iniciativa “City Card”, integrada con transporte público y entradas a museos, fomenta un turismo más disperso y consciente. Además, la ciudad implementó un sistema de análisis de datos que permite anticipar flujos turísticos, mejorando la capacidad de respuesta ante saturaciones.

Por otro lado, en Kioto, Japón, se utiliza inteligencia artificial para recomendar horarios menos concurridos en los templos más visitados. Esto no solo mejora la experiencia del turista, sino que también protege las estructuras antiguas de un desgaste excesivo.

Sin embargo, no todos los casos son alentadores. En Dubai, las smart cities son el epicentro de un turismo que se concentra en el lujo y el consumo ostentoso, lo cual contradice los principios de sostenibilidad. Aunque la ciudad posee sistemas avanzados de eficiencia energética y gestión del agua, su modelo sigue siendo insostenible al depender de recursos finitos y contribuir al cambio climático.

Un modelo híbrido: sostenibilidad y tecnología

El camino hacia un turismo sostenible no es sencillo y exige un cambio de paradigma que combine tecnología, regulación y conciencia social. Como señala Edward Glaeser en Triumph of the City, las urbes no son problemas, sino soluciones: si las gestionamos de manera inteligente, pueden ser clave para enfrentar los desafíos del cambio climático y el turismo masivo.

En este sentido, las ciudades del futuro deben apostar por una gobernanza colaborativa, que involucre a ciudadanos, empresas y gobiernos en la planificación turística. Las smart cities pueden actuar como catalizadores, pero el éxito depende de que se prioricen las necesidades humanas y ambientales sobre el mero beneficio económico.

En conclusión

El turismo sostenible y las smart cities tienen el potencial de coexistir y complementarse, siempre que la tecnología se utilice de manera inclusiva y ética. Los retos son grandes, pero también lo es la oportunidad de reinventar la manera en que exploramos el mundo, asegurando que las generaciones futuras puedan disfrutarlo sin comprometer su viabilidad.

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