En la palma de una mano, millones de personas en el mundo devoran telenovelas a la velocidad de un mensaje de texto.
No son episodios largos, ni complejos, ni grabados con presupuestos de Hollywood, pero logran lo que muchos productos audiovisuales tradicionales ya no pueden: atención.
El formato vertical, importado desde las entrañas digitales de China, no solo está redefiniendo la forma de contar historias, sino también el mercado global del entretenimiento.
«No es arte, pero sí adicción»: el nacimiento de un fenómeno
Por: Gabriel E. Levy B.
Cuando en 2016 TikTok comenzó a expandirse por fuera de China, donde nació bajo el nombre de Douyin, el mundo apenas intuía el poder de un formato que priorizaba lo breve, lo visual y lo inmediato.
Para 2020, durante los días de confinamiento, TikTok ya era omnipresente. Pero lo que vino después no fue una simple continuación de los videos virales: fue una mutación.
Inspiradas en ese estilo vertiginoso y emocional, comenzaron a aparecer microtelenovelas hechas especialmente para verse en pantalla vertical.
Su estructura es simple: capítulos de uno a tres minutos, guiones llenos de giros argumentales, diálogos sin ambigüedad y conflictos sentimentales en carne viva.
El estilo recuerda a las radionovelas de mediados del siglo XX, pero comprimido, digital y móvil.
Y no es la élite cultural la que la valida, sino las masas globales que no sueltan el celular.
“Historias para pantallas pequeñas”: un nuevo ecosistema en expansión
El cambio no es solamente técnico, sino cultural. El contenido vertical no fue pensado para adaptarse a la pantalla del móvil: nació con ella.
Las historias, como los artefactos digitales que las albergan, se volvieron portátiles, inmediatas, de consumo rápido. Y eso transformó no solo el cómo se ven, sino el qué se cuenta.
Un reciente artículo de la BBC, afirma que hasta marzo de 2025 las aplicaciones diseñadas para consumir estas microtelenovelas fueron descargadas casi 950 millones de veces a nivel mundial.
Un número que obliga a repensar qué entendemos hoy por éxito en el audiovisual. Alicia García Herrero, analista del think tank europeo Bruegel, lo resume con precisión: “Son accesibles, móviles, rápidas y adictivas”.
Esta narrativa digital, que algunos tildan de “fast content”, ha logrado algo que pocas industrias creativas consiguen con tal velocidad: adaptarse al comportamiento de los usuarios.
Las historias verticales no apelan al tiempo libre del espectador, sino a sus ratos muertos. Es contenido pensado para el metro, para la cama, para el baño.
Una serie completa puede consumirse entre el desayuno y la pausa del almuerzo.
El centro de este nuevo ecosistema ya no es Hollywood, sino una triangulación inesperada entre China, Estados Unidos y Singapur.
Muchas de las aplicaciones líderes, como ReelShort o GoodShort, tienen sus sedes en Silicon Valley o en Asia, pero beben directamente del modelo de producción masiva implementado por plataformas chinas como WeSee o Kwai.
Según la Asociación de Servicios de Internet China, solo en 2024 se produjeron alrededor de 30.000 microtelenovelas en ese país, generando ingresos por más de 7.000 millones de dólares.
Es una cifra que supera incluso lo recaudado por el cine chino en el mismo periodo. Una economía de la emoción que se produce en cadena
Entre el melodrama y el algoritmo
Los títulos parecen escritos por un generador automático de clichés: La doble vida de mi esposo millonario, Destinada a mi alfa prohibido, Mi amante secreto de la realeza. Pero detrás de esos nombres sensacionalistas hay una lógica muy clara: atraer el clic. Y funciona.
En Londres, la productora Liu Shanshan ha creado un verdadero taller de microdramas. En apenas un año ha producido 15 series.
Su modelo es acelerado y eficiente: cada serie de 40 o 50 episodios se graba en no más de diez días.
El elenco es británico, la dirección artística mixta y la cámara nunca deja de filmar. En uno de sus proyectos más recientes, Mi amante secreto de la realeza, el protagonista es Digby Edgley, exestrella del reality Made in Chelsea, quien asegura que este tipo de roles le devolvieron vigencia profesional.
“El ritmo es muy, muy rápido”, confiesa Edgley.
Y no solo lo es en Reino Unido.
En China, donde el género explota con verdadera potencia, hay estudios que graban hasta 100 episodios en una semana.
Son rodajes que prescinden de decorados elaborados o largas jornadas de posproducción. Se prioriza el guion ágil, la edición veloz, el montaje adictivo.
El resultado es una especie de telenovela comprimida, que se consume en horas y se olvida en minutos. Pero siempre deja ganas de más.
En América Latina, este tipo de contenido comienza a abrirse paso en el mercado.
Las apps que antes eran usadas solo por adolescentes ahora capturan también a amas de casa, estudiantes universitarios y oficinistas atrapados entre tareas repetitivas.
Ya no es necesario sentarse frente al televisor a las 8 de la noche: el drama está disponible a cualquier hora, en cualquier lugar.
En conclusión, el formato vertical está cambiando la forma en que el mundo consume historias.
Su éxito no reside en la calidad técnica ni en la profundidad de los guiones, sino en su capacidad para enganchar. Son productos del presente: rápidos, portátiles, masivos.
En una era donde el tiempo parece escasear, las microtelenovelas ofrecen lo único que todos aún quieren: emoción inmediata.
Referencias:
- Sensor Tower. Informe sobre consumo de aplicaciones móviles, 2025.
- García Herrero, Alicia. Entrevista en BBC sobre el impacto cultural del contenido vertical.
- Asociación de Servicios de Internet China. Informe de producción y consumo audiovisual 2024.
- https://www.bbc.com/mundo/articles/c1ldy4yy2myo