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En la superficie, todo parece fluir con naturalidad: una película en 4K carga sin pausas, una videollamada mantiene la nitidez de los gestos, y los juegos en línea apenas registran latencia. Pero tras esta aparente fluidez, el tráfico de datos crece como una ola que amenaza con desbordar las estructuras que lo sostienen. En este escenario, los operadores de telecomunicaciones enfrentan una paradoja: mientras más eficiente es su red, mayor es la demanda que la tensiona. Y el streaming, omnipresente y voraz, se ha convertido en el mayor antagonista del modelo de distribución inteligente de internet.
“Traer el contenido al borde”: una vieja solución con nuevos desafíos
Por: Gabriel E. Levy B.
Desde hace más de una década, el principio de “acercar el contenido al usuario” se convirtió en una estrategia fundamental para enfrentar la saturación de las redes.
Las redes de distribución de contenido (CDN, por sus siglas en inglés) y los puntos de intercambio de tráfico locales (IXP o HUBS de datos) permitieron a los operadores diluir el tráfico internacional.
En lugar de depender de costosos cables submarinos y enlaces transcontinentales, los datos más demandados se empezaron a alojar dentro de las propias fronteras, o al menos en regiones cercanas.
Esta arquitectura distribuye la presión del tráfico y disminuye significativamente los costos de operación, al tiempo que mejora la experiencia del usuario.
Según David Clark, uno de los arquitectos del protocolo TCP/IP, “la descentralización del contenido no solo acelera la red, sino que cambia el modelo económico de Internet” (Clark, 2018). Empresas como Akamai, Cloudflare o Google desplegaron miles de nodos CDN por todo el mundo, en una red invisible pero vital que sostiene el tráfico global de la red moderna.
Pero esta solución, diseñada en otra época y para otro volumen de datos, enfrenta hoy su propio límite. Lo que en un principio funcionó para páginas web, videos cortos y descargas ocasionales, hoy tropieza con un flujo constante de transmisiones en alta definición, transmisiones en vivo, y plataformas que no permiten almacenamiento en caché.
El streaming, con sus exigencias en tiempo real, esquiva los beneficios de las CDN tradicionales y fuerza a los operadores a repensar el equilibrio entre infraestructura, costos y calidad.
La red global empuja hacia lo local
Internet, aunque parezca un espacio etéreo y desmaterializado, es profundamente físico. Cables, centros de datos, routers, servidores: todo lo que ocurre en línea necesita un soporte tangible.
El crecimiento de las redes locales y la instalación de CDN ha sido un intento por domesticar esa fisicidad. Cada país que instala un HUB de datos se convierte en un nodo más autónomo, menos dependiente de los gigantescos enlaces internacionales.
En Latinoamérica, por ejemplo, iniciativas como el NAP de las Américas en Miami y los PTT (Pontos de Troca de Tráfego) en Brasil lograron transformar el mapa del tráfico de internet.
Según datos del Instituto Nacional de Telecomunicaciones (Inatel), en 2010, más del 80% del tráfico de internet de Brasil se originaba fuera del país. En 2023, esa cifra se redujo al 30%.
Esto significa que los costos para los operadores también descendieron, ya que no pagaban por cada bit que viajaba por cables submarinos hacia servidores en EE.UU. o Europa.
El modelo se volvió tan eficiente que muchos operadores comenzaron a ofrecer más velocidad por el mismo precio.
Sin embargo, como advierte el investigador danés Mikkel Flyverbom, “el internet físico está lleno de decisiones invisibles que afectan lo que creemos que es libertad de conexión” (Flyverbom, 2020). Esas decisiones, muchas veces tomadas en centros de datos remotos o por ingenieros de redes, también delinean qué es posible y qué no dentro del ecosistema digital.
Pero lo que permitió el crecimiento exponencial de usuarios y de servicios digitales, también creó su propio talón de Aquiles. Las redes están diseñadas para distribuir contenidos en masa, no para responder a cada transmisión individual, en vivo y sin posibilidad de almacenaje.
El streaming: el elefante en el ancho de banda
Las plataformas de streaming no solo cambiaron los hábitos culturales; también modificaron por completo la arquitectura del tráfico de internet. Netflix, YouTube, Disney+, Amazon Prime, Twitch y TikTok representan hoy más del 60% del tráfico de datos global, según el último informe de Sandvine (2024). Y lo que es más preocupante para los operadores: ese tráfico es cada vez menos susceptible de ser optimizado.
A diferencia del contenido estático —una página web o un video previamente subido—, el streaming en vivo o el contenido personalizado dificulta la caché. ¿Qué significa esto? Que no se puede almacenar previamente cerca del usuario. Cada vez que alguien presiona “reproducir”, un flujo único de datos viaja desde los servidores de origen, muchas veces en tiempo real.
Este comportamiento erosiona la estrategia de “dilución” que tanto funcionó en el pasado. Las CDN pueden almacenar la última temporada de una serie exitosa, pero no pueden prever una videollamada, una transmisión en vivo por Twitch o un concierto virtual interactivo.
Además, las plataformas de streaming no siempre colaboran con los operadores locales. En varios países, como Colombia o México, las tensiones entre empresas de telecomunicaciones y proveedores de contenido han aumentado. Algunos ISPs reclaman que los gigantes del contenido usan su infraestructura sin contribuir económicamente a su mantenimiento, un debate que ya se está librando en los tribunales de la Unión Europea bajo el concepto de “fair share”.
Del centro al borde: ejemplos de una lucha silenciosa
En Corea del Sur, uno de los países con mejor infraestructura digital del mundo, el proveedor de internet SK Broadband demandó a Netflix en 2022 por el aumento de tráfico sin compensación. El detonante fue el éxito global de “El Juego del Calamar”, cuya demanda desbordó los servidores locales y elevó los costos operativos de la red. La justicia surcoreana dio lugar al reclamo, abriendo la puerta a que otros países imiten el modelo.
En Alemania, Deutsche Telekom negoció directamente con Disney+ y Amazon Prime para instalar servidores CDN propios dentro de sus redes, lo que les permite reducir tráfico internacional. Pero no todas las plataformas aceptan estas condiciones, lo que genera desigualdades entre operadores y usuarios.
En América Latina, países como Chile y Argentina han desplegado redes de puntos de intercambio de internet (IXP) con relativo éxito, pero enfrentan limitaciones por la concentración del tráfico en pocos proveedores de contenido. Empresas como Claro o Movistar han intentado alianzas con plataformas locales para diversificar las fuentes de datos, pero el dominio de los gigantes estadounidenses es casi total.
Incluso en Estados Unidos, donde la red es vasta y diversa, los operadores enfrentan desafíos similares. En 2023, Comcast reportó que el 70% de sus picos de tráfico estaban relacionados con eventos de streaming en vivo, como partidos de la NFL o lanzamientos de series.
En conclusión
El modelo de dilución del internet a través de redes locales y CDN permitió democratizar el acceso a una red más rápida, eficiente y menos costosa. Sin embargo, el auge del streaming —con sus demandas impredecibles y en tiempo real— amenaza con colapsar la arquitectura sobre la que se sostenía este equilibrio. La tensión entre operadores y plataformas de contenido no es solo económica, sino estructural. Requiere nuevas formas de colaboración, regulación e innovación tecnológica. Porque en esta red interconectada, todo lo que fluye, también puede desbordarse.
Referencias:
- Clark, D. (2018). Designing an Internet. MIT Press.
- Flyverbom, M. (2020). The Digital Prism: Transparency and Managed Visibilities in a Datafied World. Cambridge University Press.
- Sandvine. (2024). Global Internet Phenomena Report.