En una época donde el romance parece haberse convertido en un juego de deslizar a la derecha, las aplicaciones de citas han redefinido la manera en que las personas buscan pareja.
Pero bajo la promesa de conexiones inmediatas, un fenómeno inquietante emerge: la adicción al swiping.
Este comportamiento no solo transforma el amor en un producto desechable, sino que también cuestiona nuestra capacidad para construir relaciones significativas en un mundo de opciones infinitas.
Del cortejo tradicional al algoritmo: una revolución en las relaciones
Por: Gabriel E. Levy B.
El fenómeno del swiping, entendido como el acto repetitivo y compulsivo de deslizar en aplicaciones de citas, ha transformado las dinámicas del cortejo contemporáneo, convirtiéndolo en una experiencia mediada por la tecnología y regida por la inmediatez.
Según la socióloga Eva Illouz, las aplicaciones de citas no solo mercantilizan el amor, sino que lo reducen a una experiencia de consumo fugaz, donde las conexiones humanas se fragmentan en perfiles y algoritmos.
En esta línea, el psicólogo Adam Alter, autor de Irresistible, destaca que estas plataformas están diseñadas para generar comportamientos adictivos a través del refuerzo intermitente, un mecanismo que mantiene a los usuarios en busca constante de nuevas recompensas emocionales, en este caso, los “matches”.
El swiping perpetúa un ciclo de recompensa que puede aumentar la insatisfacción personal y la desconfianza en las relaciones.
Al estar expuestos a una avalancha de opciones, los usuarios experimentan la conocida “paradoja de la elección”, término acuñado por Barry Schwartz, lo que los lleva a evitar comprometerse y perpetuar la búsqueda de una pareja ideal.
Este contexto, fomenta relaciones cada vez más superficiales y despersonalizadas, debilitando el vínculo humano. Así, el swiping no es solo un fenómeno cultural, sino una manifestación de cómo la tecnología transforma nuestras relaciones más íntimas, promoviendo un enfoque hedonista y descartable del amor moderno.
Una estrategia de industria
La llegada de las aplicaciones de citas como Tinder, Bumble o Hinge marcó un antes y un después en las dinámicas románticas.
Inspiradas en la lógica de los algoritmos de consumo, estas plataformas prometen conectar a personas compatibles con solo unos movimientos del pulgar.
Según Eva Illouz, autora de El consumo de la utopía romántica, estas herramientas no solo facilitan el encuentro, sino que también convierten el amor en un bien de mercado, sujeto a criterios de optimización y consumo.
Sin embargo, el impacto psicológico va más allá de la conveniencia. Cada vez que un usuario obtiene una “match”, su cerebro libera dopamina, una sustancia relacionada con el placer y la recompensa.
Esto genera un ciclo de búsqueda continua de esa sensación placentera, un fenómeno conocido como el “refuerzo intermitente”, un estímulo impredecible que mantiene al individuo enganchado”.
Deslizar no es solo una acción trivial; es una experiencia cargada de expectativas, rechazos y pequeñas dosis de euforia.
Más opciones, menos compromisos: el dilema contemporáneo
Barry Schwartz, en su libro La paradoja de la elección, señala que tener demasiadas opciones puede paralizar la capacidad de decidir y disminuir la satisfacción con cualquier elección tomada.
Este principio resuena con fuerza en el mundo de las aplicaciones de citas, donde la posibilidad de encontrar “algo mejor” perpetúa un estado de insatisfacción constante.
En lugar de buscar estabilidad, muchos usuarios prefieren navegar por un océano de posibilidades, evitando cualquier tipo de compromiso emocional.
Esta mentalidad de “próximo swipe” no solo refleja el miedo al compromiso, sino también una visión despersonalizada de las relaciones.
Las interacciones digitales pueden despojar a las relaciones de su dimensión humana, transformándolas en transacciones superficiales.
Además, las aplicaciones fomentan una visión idealizada de las personas a través de perfiles cuidadosamente curados, lo que a menudo conduce a decepciones al enfrentarse a la realidad. La superficialidad de estas interacciones refuerza la percepción de las relaciones como efímeras y fácilmente descartables.
Adictos al deslizar: historias de un amor fragmentado
La adicción al swiping no es solo una teoría; es una realidad que afecta a miles de personas.
Las estadísticas respaldan estas experiencias. Según un estudio publicado por la Journal of Social and Personal Relationships, el 50% de los usuarios activos de aplicaciones de citas admitió sentirse más frustrado que satisfecho con sus interacciones.
Además, el 30% reconoció que el uso frecuente les había hecho más difícil confiar en las personas fuera del ámbito digital.
La pérdida del ritual del cortejo
El contacto humano ha sido históricamente el eje central del proceso de cortejo, un espacio donde la conexión emocional, las expresiones no verbales y la empatía construyen relaciones significativas.
Sin embargo, la creciente mediación tecnológica, guiada por algoritmos, está transformando este ritual en una interacción mecanizada.
Según Sherry Turkle, autora de Alone Together, la dependencia de las plataformas digitales puede erosionar nuestra capacidad de relacionarnos de manera auténtica, ya que las aplicaciones priorizan criterios superficiales como la apariencia y los intereses predefinidos, dejando de lado la riqueza de las experiencias humanas.
Esta tendencia no solo limita la profundidad emocional de las relaciones, sino que también puede afectar la estabilidad emocional de los individuos, al fomentar un sentido de desconexión y rechazo constante.
Los algoritmos, diseñados para maximizar el engagement, impulsan comportamientos adictivos que refuerzan expectativas irreales, perpetuando ciclos de frustración y soledad.
Al deshumanizar las interacciones, las personas corren el riesgo de reducirse a perfiles y métricas, perdiendo de vista la complejidad de las emociones humanas.
Como señala Eva Illouz, esta mercantilización del amor convierte las relaciones en transacciones, socavando el sentido de intimidad y pertenencia que es crucial para el bienestar emocional.
Por ello, revalorar el contacto humano en el cortejo no es solo una cuestión romántica, sino una necesidad para preservar nuestra humanidad en un mundo crecientemente digitalizado.
En conclusión, la adicción al swiping es un reflejo de las contradicciones de la contemporaneidad: buscamos conexiones significativas en un entorno diseñado para la inmediatez y la gratificación efímera.
Este fenómeno no solo nos desconecta de los demás, sino también de nosotros mismos, alimentando una insatisfacción crónica.
Aunque las aplicaciones de citas ofrecen nuevas oportunidades, también nos desafían a reconsiderar qué buscamos realmente en una relación y cómo podemos encontrarlo en un mundo que nos exige elegir sin parar.