Como lo acostumbra cada año, el portal de tecnología CNET acaba de publicar “Los Tech Turkeys”, una lista que recapitula los peores errores cometidos por las compañías de internet durante el último año, y que para este 2022 hemos retomado con las cuatro principales lecciones que nos dejan dichos errores para el futuro[1].
¿Cuáles fueron los peores desastres tecnológicos de 2022 según CNET y las lecciones que debemos aprender?
Por Gabriel E. Levy B.
www.andinalink.com
Al terminarse la celebración del Día de Acción de Gracias y el Black Friday en los Estados Unidos, uno de los acontecimientos más esperados por los expertos y geeks del mundo tecnológico apareció, como ya es costumbre, en el universo de internet: la publicación del denominado “Tech Turkeys anual de CNET”, un espacio “reservado para divertirse o deprimirse”, mientras recapitulan las mayores fallas tecnológicas del año.
En el pasado este listado podría definirse como simplemente “chistoso”, señalando productos tontos o un paso en falso al azar en una conferencia, pero con el paso del tiempo se ha convertido en el espejo retrovisor de la industria, poniendo en evidencia aquellos acontecimientos que definitivamente no deberían repetirse.
Durante el 2022 los problemas de Big Tech se acumularon, las audiencias en el Congreso de los Estados Unidos se salieron de control, la información errónea sobre las elecciones en Norte América y las infracciones a la privacidad se convirtieron en algo habitual, una pandemia que detuvo el mundo, que aún no terminó y que nos deja a su paso presiones inflacionarias sin precedentes, una guerra provocada por Rusia y un pesimismo generalizado de la población[2].
A continuación, recapitulamos las cuatro principales lecciones que nos deja CNET sobre el convulso mundo digital en 2022:
-
Elon Musk intenta destruir Twitter
En los últimos años, Facebook, Instagram, YouTube y TikTok han tenido sus propios enredos; desde controversias políticas hasta problemas de privacidad de datos. Pero pocos han enfrentado el tipo de riesgo existencial autoimpuesto por Twitter desde que su nuevo flamante CEO, Elon Musk, decidió comprar la red social, el pasado 27 de octubre, por el absurdo costo de 44 000 millones de dólares.
Aunque solo ha pasado un mes, hemos presenciado una cascada de situaciones absurdas y disparatadas, que más parecen una serie de ficción cómica o de parodia, que la realidad corporativa de una de las más exitosas compañías digitales.
Musk despidió a la mitad del personal y luego se dio cuenta que alguien debía hacer que la empresa funcionaria y trató de recontratar a algunos de los 3700 exempleados; luego discutió abiertamente la posibilidad de declararse en bancarrota, ya que se enfrenta a una fecha límite para pagar los 13 000 millones de dólares que pidió prestados para comprar Twitter; después habló de un nuevo Twitter 2.0 más «duro» que requiere que los empleados prometan su lealtad a Musk (y no lo critiquen), lo que supuestamente resultó en que 1200 ingenieros y otros empleados clave se dirigieran a la salida de la compañía para no regresar. Pero, sin duda, la peor salida en falso fue ofrecer la opción de pagar para obtener un perfil verificado, lo que inmediatamente llevó a las personas a hacerse pasar por grandes compañías, con un efecto devastador en la reputación de estas empresas, de tal manera que decidieron demandar a Twitter. Por último, restauró las cuentas de Kanye «Ye» West y Donald Trump.
Está claro que Musk sintió remordimiento de comprador casi inmediatamente después de llegar a un acuerdo con Twitter. Pero si iba a comprometerse con este trato, debería haber implementado algún tipo de plan corporativo que, definitivamente, no existe.
Para los analistas de CNET, Musk lejos de comportarse como un genio corporativo, se ha vendido como un errático y excéntrico millonario que no tiene la menor idea de qué hacer con su dinero.
-
El colapso de las criptomonedas es un recordatorio de que no hay dinero fácil
A principios de año Bitcoin y otras criptomonedas estaban volando alto; mientas tanto, FTX aún no era un nombre familiar en el público del común. Sin embargo, 11 meses después, el bitcoin, al igual que el resto del mercado criptográfico, intentó recuperarse de una de las peores y más sonadas caídas de su historia, cuyo costo alcanzó los 2 billones de dólares de capitalización, que simplemente desaparecieron de los mercados dejando a su paso miles de damnificados que lo perdieron prácticamente todo.
¿Qué ocurrió?: Una de las principales compañías dedicadas al intercambio de criptografía centralizada, denominada FTX, simplemente implosionó después de que su rival Binance se retractara de un plan para adquirirlo. Las investigaciones arrojaron que FTX resultó ser un castillo de naipes con problemas de liquidez y serios problemas de riesgo que, finalmente, terminaron, como en muchos otros casos, en la debacle de la compañía.
El episodio de FTX debe servir para recordar que las ganancias en el universo criptográfico no están garantizadas, a pesar del aumento implacable de su precio en la última década. También es un recordatorio de que cuando se trata de administrar el dinero, ser conservador siempre será la mejor decisión a largo plazo.
-
El metaverso podría ser el futuro, pero no es el presente
Hace poco más de un año Facebook se lanzó al metaverso y se renombró como Meta para simbolizar el compromiso del CEO, Mark Zuckerberg, con la nueva plataforma virtual; sin embargo, si algo quedó claro en el último año, es que el metaverso no despegó como se esperaba, y Meta ha sentido el dolor de una manera real, es decir le ha costado millonarias pérdidas a la compañía.
La colosal inversión de Meta en una plataforma que no ha despegado ocurrió al mismo tiempo que el negocio principal de publicidad de la compañía, se tambaleaba en una economía debilitada y una marca desprestigiada por las reiteradas violaciones a la privacidad de sus usuarios, ocasionando el despido de 11 000 empleados, es decir el 13 % de la fuerza laboral total de Meta.
-
Nada dura para siempre. Y algunas cosas no duran mucho
En 2022 nos despedimos de servicios notables, algunos de los cuales apenas sabíamos que existían, dejando claro que incluso el producto o servicio más publicitado puede desaparecer en un instante.
Eso es lo que sucedió con Google Stadia, que se lanzó hace dos años en lo que se suponía que era un intento de revolucionar la forma en que jugamos, pero Google lo cerró en enero. El servicio que prometía revolucionar los juegos sobre la nube se vio afectado por fallas técnicas tempranas y una aparente falta de interés e inversión dentro de la misma empresa, matando la iniciativa mucho antes de que pudiera despegar.
Otra cosa que vino y se fue: Car Thing de Spotify, un accesorio para automóviles que se presentó en 2021 pero no llegó al mercado hasta febrero. En cinco meses, el servicio de transmisión de música eliminó el producto, citando un bajo volumen de ventas.
Amazon Glow fue un mashup de tableta y proyector, diseñado para conectar a los niños con sus familiares a través de juegos interactivos. La crítica de CNET Bridget Carey calificó la tableta de 4 libras y 300 dólares como un «aparato voluminoso monstruo de Frankenstein». Apenas duró más que Car Thing, iluminando las caras de los niños durante unos seis meses antes de cerrarse en octubre.
En conclusión, si algo dejó claro este año que termina es que nadie tiene el éxito garantizado en el mundo digital; ni el nombre ni la fama ni los rimbombantes anuncios son suficientes para sobrevivir en el ecosistema digital, un entorno cambiante y hostil, que castiga a todo aquel que no se toma el trabajo de interpretarlo adecuadamente, siendo el único camino seguro el trabajo constante, riguroso y metódico para alcanzar el éxito, ya sea comprando compañías como Twitter, lanzando universos paralelos como Meta, introduciendo servicios al mercado como Google o vendiendo aparatos extraños como Spotify o Amazon.