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La relación entre Europa y las grandes empresas tecnológicas nacidas en Silicon Valley está atravesando su momento más tenso.
Un descontento creciente señala cómo plataformas como Airbnb y Uber han trastocado las dinámicas económicas, sociales y urbanas en el continente. Más allá del turismo o la movilidad, el debate apunta a una pregunta mayor: ¿estamos ante el inicio de un rechazo a la globalización tecnológica que, hasta ahora, parecía imparable?
¿El Ocaso de la Globalización?
Por: Gabriel E. Levy B.
Desde su fundación en 2008, Airbnb prometió democratizar el alojamiento al conectar a viajeros con anfitriones locales, ofreciendo una experiencia más auténtica y económica que los hoteles tradicionales. La idea inicial, acogida con entusiasmo, parecía una solución innovadora que fomentaba el intercambio cultural y dinamizaba economías locales.
Sin embargo, la implementación a gran escala trajo consigo efectos secundarios que han encendido alarmas en varias ciudades europeas. Barcelona, Ámsterdam y París, destinos emblemáticos del turismo global, se han convertido en ejemplos paradigmáticos de las consecuencias no deseadas de esta plataforma.
Según estudios del Instituto de Política Urbana de Barcelona, el modelo incentivó la compra masiva de viviendas exclusivamente para el alquiler turístico, atrayendo inversores que priorizan los beneficios sobre las necesidades residenciales de los habitantes locales.
Este fenómeno no solo elevó el precio de los arriendos tradicionales, sino que también propició un cambio demográfico profundo. Los residentes de barrios céntricos, históricamente conocidos por su diversidad cultural y su carácter comunitario, se vieron desplazados hacia periferias más económicas pero con peores conexiones de transporte y servicios.
Esta dinámica contribuyó a la fragmentación del tejido social y a la gentrificación de zonas que antes representaban el alma urbana de estas ciudades.
El problema, lejos de ser nuevo, se conecta con tendencias globales que Saskia Sassen, autora de The Global City, ya había anticipado.
En su obra, Sassen analiza cómo la financiarización del suelo urbano convierte a las viviendas en activos de inversión, desvinculándolas de su función principal como espacios de habitabilidad. Este proceso, impulsado por plataformas como Airbnb, no solo transforma las dinámicas locales, sino que también subordina el diseño de las ciudades a las necesidades del mercado global. En urbes donde el turismo constituye un pilar económico, esta lógica exacerbó las desigualdades al convertir barrios enteros en vitrinas para turistas, erosionando su identidad y reduciéndolos a meros escenarios consumibles.
Lo que alguna vez fueron calles vibrantes y llenas de vida cotidiana hoy se han transformado en espacios dedicados casi exclusivamente al ocio temporal. Los comercios tradicionales, como panaderías, ferreterías o librerías, han sido reemplazados por cafeterías temáticas, tiendas de souvenirs y restaurantes diseñados para atender a una clientela de paso. Esta pérdida de funcionalidad local, sumada al alza en los costos de vida, genera un sentimiento de desarraigo entre los habitantes de siempre, quienes sienten que su ciudad les ha sido arrebatada en nombre de un turismo sin límites.
Movilidad o congestión: El dilema de Uber en Europa
Por otro lado, Uber ha cambiado drásticamente cómo nos movemos. En sus inicios, se presentó como una alternativa moderna y económica al transporte tradicional.
Pero en ciudades como Londres o Berlín, el impacto de la plataforma no tardó en revelar sus contradicciones.
Según un informe de la Universidad de Oxford, la proliferación de vehículos ligados a Uber ha incrementado el parque automotor urbano, contribuyendo a la congestión vehicular y a mayores emisiones de carbono, un golpe directo a los objetivos climáticos de la Unión Europea.
Además, las tensiones con los taxistas locales han alimentado protestas masivas en varias capitales. Para muchos, Uber representa no solo una competencia desleal, sino también una erosión de los derechos laborales.
Como señala el economista Guy Standing en The Precariat: The New Dangerous Class, estas plataformas suelen precarizar las condiciones de trabajo al clasificar a sus conductores como “socios independientes” en lugar de empleados con beneficios laborales.
Dividendo digital: Europa pierde mientras Silicon Valley gana
El descontento no se limita al impacto urbano. Existe un malestar profundo hacia el modelo económico de estas Big Techs, que genera enormes dividendos exportando servicios pero deja pocos beneficios fiscales en Europa. Plataformas como Meta (antes Facebook), Google y Amazon manejan colosales operaciones dentro del continente, pero sus complejos esquemas tributarios permiten que gran parte de sus ganancias evada los impuestos locales. De hecho, la Comisión Europea ha multado a estas compañías por miles de millones de euros en intentos por controlar estas prácticas.
Jürgen Habermas, en su ensayo sobre la crisis del capitalismo global, alerta que estos desequilibrios alimentan un rechazo hacia las instituciones supranacionales. Y este rechazo, según argumentan algunos expertos, está nutriendo discursos políticos que favorecen el nacionalismo económico. Francia, por ejemplo, ha propuesto leyes más estrictas contra Airbnb, mientras que España debate la imposición de nuevas tasas fiscales sobre las operaciones de Uber.
El renacimiento de los nacionalismos digitales
El creciente desencanto hacia las Big Techs podría estar marcando un viraje inesperado en Europa, un continente que durante décadas lideró la integración económica global. Ahora, discursos como el de Giorgia Meloni en Italia o Viktor Orbán en Hungría muestran cómo los líderes políticos están canalizando este malestar hacia narrativas nacionalistas. Estas retóricas, aunque variadas, tienen un denominador común: la protección de los intereses nacionales frente a las dinámicas globales percibidas como extractivas.
Un caso paradigmático es el desarrollo de la “soberanía digital”. Francia y Alemania, por ejemplo, han impulsado iniciativas como Gaia-X, una plataforma que busca independizar los servicios de almacenamiento en la nube de gigantes estadounidenses como Amazon Web Services. Este movimiento no solo es técnico, sino simbólico: refleja un deseo creciente de recuperar el control sobre la economía digital y los datos.
Por otro lado, plataformas locales como BlaBlaCar y Bolt han ganado terreno frente a Uber en varios países europeos. Estas empresas, aunque similares en concepto, gozan de mayor aceptación porque están arraigadas en contextos locales y respetan mejor las regulaciones europeas.
De los líderes globales al colapso local: casos de resistencia
Las historias de resistencia contra las Big Techs abundan.
En Berlín, el colectivo Deutsche Wohnen & Co Enteignen logró llevar a referéndum la expropiación de propiedades de grandes corporaciones inmobiliarias, muchas de las cuales están ligadas al auge de Airbnb. Aunque no vinculante, el resultado mostró un respaldo masivo a políticas que prioricen el acceso a la vivienda frente a la especulación.
En Barcelona, la alcaldesa Ada Colau, ex activista por la vivienda, lideró una cruzada contra Airbnb mediante la implementación de multas millonarias y la prohibición de nuevas licencias para alquiler turístico. Por su parte, Londres ha introducido restricciones para limitar la cantidad de días que una propiedad puede estar en Airbnb al año, buscando equilibrar el mercado.
En cuanto a Uber, Bruselas destacó como uno de los primeros bastiones europeos en rechazar el modelo de la plataforma, al considerarla incompatible con sus normas laborales. Esta resistencia obligó a Uber a adaptarse a un modelo más regulado, que incluye la contratación directa de conductores.
En conclusión, Europa se encuentra en una encrucijada frente al poder de las Big Techs. Lo que comenzó como innovaciones prometedoras ahora se percibe como amenazas para la cohesión social, la economía local y el medio ambiente. Este choque refleja un agotamiento del modelo globalizado, abriendo paso a un resurgir de políticas proteccionistas y nacionalistas. La batalla por el control del futuro digital apenas comienza, y Europa parece decidida a no ceder terreno.
Fuentes:
Sassen, S. (2001). The Global City: New York, London, Tokyo. Princeton University Press.
Standing, G. (2014). The Precariat: The New Dangerous Class. Bloomsbury Academic.
Comisión Europea. (n.d.). Competition policy. Recuperado de https://ec.europa.eu/competition/
Instituto de Política Urbana de Barcelona. (n.d.). Informe sobre el impacto del turismo en las ciudades europeas. Recuperado de https://urbanpolicybarcelona.org/
Habermas, J. (2015). The Lure of Technocracy. Polity Press.
Universidad de Oxford. (2020). Impact of ride-hailing services on urban mobility. Recuperado de https://oxford.edu/research/