¿Renace la TV pública latinoamericana?

Como en ningún otro continente, la televisión pública europea ha sido un ejemplo de contenidos de calidad. En Reino Unido, España, Alemania, Francia e Italia la televisión pública se lleva los primeros lugares de audiencia y marca tendencia en los contenidos respecto al resto de la oferta de programación. Nombres como BBC, TVE, DW, TV5 y RAI son referentes globales de programación de alta calidad.

En América Latina, hace algunas décadas la televisión pública era uno de los pilares de la cultura y la conversación cotidiana. En algunos países, como México, Colombia y Brasil, se convirtió además en un elemento central de los esfuerzos de educación y alfabetización.

Pero esa misma fortaleza fue la debilidad cuando apareció el cable y se fortaleció la oferta privada con su enorme oferta de canales y temas. Una Televisión educativa que no apuntaba al entretenimiento estaba condenada a ceder espacio ante una programación mucho más divertida, global y fácil de consumir.

Pero cuando todo parecía indicar que la TV pública era prescindible, y cuando muchos gobiernos ni siquiera la financian, nuevas apuestas que unen entretenimiento y cultura han dado un aliento de larga vida a estos emprendimientos.

 

¿Está la Televisión pública latinoamericana resurgiendo?

Esta semana, el sistema público de televisión colombiano, con 7 canales regionales y dos nacionales, fueron los protagonistas de los premios India Catalina a la televisión de ese país. Recibieron 91 nominaciones y se llevaron 30 premios de categorías diversas y relevantes: mejor novela, mejor documental, dirección, entre otras. Es esta la mayor cosecha de premios de la historia; los canales privados solo obtuvieron 6 premios, revirtiendo completamente la tendencia de principio de siglo.

Este resurgir en Colombia es el resultado de una política pública emprendida por la Autoridad Nacional de Televisión de Colombia, que de forma decidida está invirtiendo al año más de 60 millones de dólares en producciones públicas de calidad. Este tema lo hemos tocado en los foros de Andinalink. En uno de ellos, hace un año, la directora de la entidad afirmó que “Invertir en Televisión pública es activar la economía de servicios, es generar empleo de calidad, es construir memoria histórica, pero sobre todo es fortalecer la democracia”.

El caso colombiano no es un hecho aislado. Los últimos años también han visto un renacer de la televisión pública argentina, potenciada por los gobiernos Kirchner y cuyos canales siguen siendo considerados los mejores de dicho país. Allí, canales temáticos de niñez, música y cultura emiten programas en variados formatos, con una excelente audiencia.

Un poco más amenazados están los canales mexicanos, como el Canal 14 o el 22, que con pocos anunciantes y poco interés del gobierno federal se las arreglan para mantener una oferta de contenidos de calidad, independientes y críticos. Pero, como indica el analista Eduardo Bautista en periódico El Financiero, es justo este el momento que pueden aprovechar el sistema público para repuntar, dada la crisis de contenidos de Televisa y TVAzteca, lo que requiere un compromiso real del Estado.

En Brasil el panorama es también preocupante. En un país de 200 millones de habitantes, con una cultura maravillosa y una televisión privada controvertida por su pobreza en formatos y su poca responsabilidad social, la TV pública debería ser prioridad, pero es increíblemente escasa. TV Brasil, creada por el gobierno Lula, era llamada a ser vitrina de lo que los privados no van a mostrar. Pero el canal no logra posicionarse en la audiencia.

La apuesta más vigorosa en Brasil es la prestigiosa TV Cultura, financiada por el gobierno del estado de Sao Paulo, pero con cobertura abierta solo en ese estado y también con dificultades para competir con la oferta de telenovelas, reality shows, programas de crimen y magazines deportivos que monopolizan a la audiencia.

Otros países como Chile ni siquiera tienen financiación gubernamental para su TV pública.

Este panorama puede parecer descorazonador si no se leen los signos que aparecen. Las apuestas de actualización tecnológica y en formatos de TV Perú, por ejemplo, muestras que hay sociedades y gobiernos preocupados por mantener buenos canales con productos de punta.

El mismo panorama positivo se ve en Uruguay y Paraguay, lo que prueba que un buen marco normativo y la voluntad política y social son esenciales para el crecimiento de la apuesta cultural y social en TV.

Pero sin duda, el caso más esperanzador de todo Latinoamérica es Colombia. Sus canales, muchas veces amenazados por intereses ligados a ambiciones económicas privadas y devenires políticos, se posicionan cada vez más como únicos muestrarios de las culturas regionales, de la diversidad y la idiosincrasia. Ya muchos ofrecen una programación más volcada a la ficción, y podrían convertirse en una alternativa plural de información y entretenimiento, cada vez más expandida hacia el transmedia y los medios digitales, en una actualización que los pone a la vanguardia de las tendencias regionales.

Podemos seguir soñando con el momento en que la región tenga canales públicos con audiencias satisfechas y experimentación en formatos. Quizás pronto entendamos que el éxito de TVE, Deutsche Welle, PBS, BBC, RAI y TV5 deriva de una alianza entre televidentes exigentes, gobiernos comprometidos y capitales privados responsables y conscientes.

Posiblemente, el mayor reto que quede por superar en la región sea el de apropiar a las audiencias y empoderarlas de los contenidos de sus televisiones públicas. Cuando eso ocurra, la cultura y la democracia habrán encontrado una salvaguarda que las protegerá de los devenires políticos y económicos de la región.

 

Por:

Gabriel E. Levy B.

Sergio Andrés Urquijo

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