El 5G marca agenda en la geopolítica global

El 5G es la sigla que denomina una quinta generación de tecnologías inalámbricas y móviles; un conjunto de protocolos, dispositivos y estándares que definen una red móvil mucho más veloz, estable y con menos latencia, apta no solo para el mundo de la hiperconectividad por Internet sino también para el emergente ecosistema del Internet de las Cosas. Ha sido promovida, integrada y certificada por la 3GPP, organización multilateral encargada de gobernar los estándares de las comunicaciones celulares.

 

Si bien históricamente el desarrollo de los diferentes estándares ha estado marcado por una agenda fundamentalmente tecnológica, en el caso del 5G su implementación pareciera estar marcada por agendas comerciales y geopolíticas, convirtiéndose en el nuevo campo de batalla de una especie de guerra fría del siglo XXI.

 

¿Por qué el 5G es el nuevo campo de la batalla de la geopolítica global?

 

Las redes 5G serán sin duda la nueva joya de la corona de las telecomunicaciones en la próxima década, convirtiéndose en la columna vertebral de las comunicaciones globales. Por ellas se circularán las líneas y datos de millones de conexiones de smartphones, autos sin conductor, casas totalmente automatizadas, la más avanzada telemedicina y telesalud, hasta ciudades inteligentes totalmente conectadas.

 

La promesa de este nuevo estándar de conexión es que la capacidad de circulación de información crecerá dramáticamente y las velocidades superarán cualquier expectativa, pudiéndose, por ejemplo, descargar una película de dos horas en menos de cuatro segundos. Esto, comparado con los diez minutos que demora en promedio una red 4G, significa un avance sin precedente en las velocidades de conexión.

 

Pero lo más relevante para las telecomunicaciones es que bajo el 5G podrá ofrecerse planes de datos de capacidad casi ilimitada y velocidades nunca vistas en comunicaciones móviles. Según La Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU): “Las velocidades serán radicalmente mayores alcanzando un promedio de mínimo 1 gigabyte por segundo, permitiendo la explosión en los servicios derivados del Internet de las cosas, este paradigma supone que todo objeto físico que pueda conectarse a un sensor es susceptible de estar conectado a internet y manejarse de forma remota vía web”.

 

La posibilidad de conectar al mundo a grandes velocidades y de transferir información con tanta eficiencia es lo que más hace llamativa a la promesa del 5G. Sin embargo, su importancia geopolítica radica en otro aspecto derivado de esa capacidad: el 5G está pensado para ser el propulsor del Internet de las Cosas.

 

Como hemos explicado frecuentemente en el espacio Andinalink, el internet de las cosas es simplemente la conectividad de objetos físicos que antes no estaban relacionados con internet, como los electrodomésticos, los equipos de oficina, autos, casas, industrias y hasta organismos vivos. La idea es que cualquier persona o empresa que cuente con una conectividad tipo 5G puede controlar su casa o su empresa desde su celular en cualquier lugar, mediante internet y redes de telefonía móvil.

 

Esta promesa es alucinante, y ya está en marcha en muchos lugares y empresas del mundo, pero el 5G la convertiría en un asunto político de primera categoría, por un asunto tan simple como profundo: quien domine las redes podría tener acceso a una información mucho más completa sobre las personas y las sociedades.

 

5G, el internet de las cosas y el dominio global de la información

 

Durante 2018 y 2019 hemos escuchado insistentemente las noticias sobre el asedio del gobierno de Estados Unidos a la multinacional tecnológica china Huawei. El gobierno Trump ha iniciado una asonada judicial internacional contra la empresa a la que acusa de ser un instrumento de robo de información para su contrapartida china, en un modo similar a lo que los mismos Estados Unidos hicieron y que fue denunciado por el hoy convicto Edward Snowden.

 

Como lo comentamos en una entrada anterior de este blog, la acusación parte de la sospecha de que Huawei instaló en miles de oficinas estatales del mundo tecnologías de internet de las cosas, gran meta del 5G, como parte de paquetes de servicios innovadores. Estados Unidos sostiene, aunque con pruebas muy débiles, que con estas tecnologías y conexiones la empresa china sustrajo enormes cantidades de información organizacional que eran enviadas directamente a Shanghai y de ahí a Beijing. A la sospecha de espionaje se le suma que es Huawei la empresa que con más ahínco ha invertido en el desarrollo del 5G y enarbolado la bandera del internet de las cosas basado en redes móviles.

 

A raíz de la acusación, en diciembre de 2018 el gobierno de Canadá, por petición de la justicia de Estados Unidos, capturó a Wanzhou Meng, hija del fundador de Huawei y directora financiera de esta empresa, acusándola de espionaje. La situación ha escalado a lo diplomático y lo comercial generando incertidumbre para todo el sector tecnológico del mercado.

 

Aunque ambos episodios se han presentando a la opinión pública como asuntos de seguridad nacional y soberanía comercial, tienen de fondo la carrera por la implementación del 5G, la cual claramente está ganando China por encima de todos los demás países, por lo que Estados Unidos estaría recurriendo a estrategias geopolítica poco convencionales para frenar el avance chino, estrategia prácticamente inútil pues la tecnología está lista y su implementación comenzó imparable en más de 20 ciudades de coloso de Asia oriental.

 

Ante esta situación de tire y afloje, que tiene enfrentadas a empresas y gobiernos en América del Norte y Europa, y que incluso a enemistado a China con países relativamente neutrales como Canadá, el 5G es toma hoy un cariz geopolítico cuyas consecuencias solo sabremos con el tiempo. Y eso sin contar la otra cara del proceso: las expectativas financiaras sobre e mercado que se abre.

 

Un negocio Billonario

Un estudio realizado por GSMA ⎯una organización global que aglutina y asocia operadores de telefonía móvil de todo el mundo, además de fabricantes de móviles y dispositivos portátiles, empresas de software, proveedores de equipos, empresas de Internet y organizaciones sectoriales⎯ afirmó que en solo tres décadas el 5G aportará mas de 2,2 billones de dólares a la economía del planeta.

 

Las inimaginables oportunidades que se desprenderán del 5G, la cantidad de información que transitará por sus redes y el billonario negocio que representa, ha convertido en esta tecnología en el campo de batalla más importante entre China, Estados Unidos y Europa. Pero a pesar de este negativo y conflictivo inicio, el 5G no es un asunto de potencias y gobiernos, sino un estándar concertado entre decenas de empresas del mundo. Su formulación, bajo la tutela de la ITU, contó con la participación de los stakeholders de la industria móvil y de internet en el mundo (comenzando por Huawei y ATT&T), además de estados, reguladores y organizaciones multilaterales.

 

El 5G puede ser hoy un campo de batalla geopolítico, pero su espíritu es muy superior a las intrigas y ambiciones de empresas y potencias. Si las cosas se hacen bien, las perspectivas de telesalud, telegobierno, teleeducación y cultura digital pueden significar una mejora en las condiciones de la vida de los países más pobres. Si se hacen mal, la brecha digital, hoy principal amenaza a la ya precaria equidad del mundo, empeorará en proporciones apocalípticas, y la seguridad de los Estados y organizaciones estará en riesgo ante la baja confiabilidad de las transacciones. Por supuesto, todo dependerá del compromiso de la sociedad civil, la academia, las organizaciones de control y los reguladores estatales y multisectoriales.


Por:

Gabriel E. Levy B.

Sergio A. Urquijo M.

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