De un tiempo para acá, es curioso ver como los operadores de comunicación móvil dejaron de comercializar los mensajes de texto (SMS, por short message service) disponibles en sus planes y paquetes, pasando a empaquetarlos como un bloque de valor agregado de los planes de datos. En pocos años, lo que antes incluso tenía un costo unitario pasó a ser, casi como un estándar, ilimitado.
Por dos décadas, mientras la telefonía celular se extendía por el mundo basada solo en la red de antenas celulares y sus transmisores, los mensajes de fueron una poderosa herramientas para transmitir fidedignamente y con respaldo datos y cifras. Así, la información llegaba sin necesidad de que el receptor atendiera la llamada.
Esta herencia del Beeper, pionero del mensaje de texto, se convirtió pronto en un importante recurso de la telefonía celular, hasta el punto de volverse imprescindible en todos los planes. En 2010, se transmitió un promedio de 169 mil SMS por segundo, según cifras publicadas por Daily Mail, con un costo promedio global de $0.11 dólares por mensaje; sin duda, una de las partes más prósperas del negocio celular.
Entre los usos más singulares de los SMS en su época dorada se incluyó el envío de chistes (muchos de ellos como parte de suscripciones) y los primeros emoticones celulares construidos con caracteres alfanuméricos. Las noticias también fueron protagonistas de la oferta de servicios. De otra parte las controversias siempre estuvieron en boca de sus críticos, que casi identificaron esta tecnología como algo abusivo, como lo ocurrido con la nefasta costumbre (hoy casi totalmente desterrada) de enviar mensajes engañosos que activaban suscripciones pagas con la premisa de “si no contesta, se da por entendido que acepta”.
Con la aparición de las redes 3G y 4G, y la consiguiente popularización en el mundo de los planes de datos móviles basados en Internet, otros servicios de mensajería instantánea comenzaron a ofrecer lo que 140 bytes de un SMS no podía: estabilidad, posibilidad de largas conversaciones, intercambio de archivos multimedia y, claro está, mejor instantaneidad.
La vertiginosa expansión de Whatsapp, Facebook Messenger, Viber, Telegram e incluso Twitter (que se inspiró en los 140 caracteres) amenazaron la persistencia de los SMS, pues ofrecían una experiencia de usuario mucho más satisfactoria y a su vez económica. Así, durante los primeros años del furor de los planes de datos, los SMS pasaron a convertirse en la data residual de todos aquellos que no pudieron o quisieron migrar a los Smartphone (teléfonos inteligentes) y decidieron quedarse con sus equipos terminales básicos.
No obstante, el final de esta segunda década del siglo no parece significar el ocaso de los SMS, sino, por el contrario, el despertar de una nueva era en la que el negocio ha logrado un crecimiento sostenido de 4% a nivel global, según cifras aportadas por la misma industria.
¿Pero cómo lograron los SMS recuperar su estatus?
A medida que los mensajes de texto fueron perdiendo la utilidad de comunicación personal para el que fueron creados, las compañías celulares, que comenzaron a ver reducidos sus ingresos por este rubro, decidieron reinventarse y fue así como pasaron de ser un sistema de mensajería a ser una poderosa herramienta corporativa.
Hoy, los SMS son un sistema de alertas, informes y notificaciones, pues operan como una especie de muy breve e-mail al celular, sin necesidad de Internet, mediante el cual las corporaciones que requieren una comunicación directa y verificada con sus clientes pueden enviar mensajes y obtener mayor confiabilidad frente a la identidad del destinatario.
Todos solemos recibir en nuestros celulares facturas, alertas de pago o mora, anuncios de reguladores e incluso cosas tan elementales como “tu operador te informa que el número ya está disponible para que lo llames”. Los SMS también se han convertido en un instrumento de marketing, con los polémicos mensajes publicitarios que tantos conflictos generan porque casi nunca parten de una suscripción consciente.
Pero la potencia de este servicio se extiende cada vez más hacia utilidades muy apreciadas por los usuarios: los informes de uso de cajeros electrónicos y servicios bancarios virtuales, lo que aportan una garantía de seguridad bancaria muy apreciada; los servicios de salud los pueden usar para confirmar citas; incluso organismos estatales, como los recaudadores de impuestos, pueden indiciar por este medio la fecha de declaración de renta o algún trámite pendiente que, de olvidarse, puede causar problemas.
El desarrollo del negocio corporativo de los SMS ha sido tan exitoso y eficiente que incluso los mismos competidores de esta tecnología como sistema de mensajería son sus nuevos clientes, pues las denominadas empresas puntocom lo utilizan como una poderosa herramienta de verificación de sus servicios. Tal es el caso de Facebook, que envía códigos de verificación y recuperación de cuentas a través de esta tecnología, e incluso (lo que resulta más paradójico) el mismo WhatsApp usa los SMS para confirmar por primera vez la identidad del usuario. Usos similares les dan Twitter, Google y muchas otras grandes compañías de Internet.
La industria de las telecomunicaciones ha demostrado con los SMS que aun en los peores tiempos de crisis es posible reinventarse. De esta experiencia de la que sin duda deben aprender algunas empresas del sector Telco, que ante la aparición de la competencia que ofrece Internet están asumiendo una posición pesimista y en algunos casos derrotista.
Hace unos años en una conferencia, Tim O’Reilly, uno de los padres de la web 2.0, afirmó que “en estos tiempos solo sobrevive el que tenga la capacidad de reinventarse”. Esta habilidad es la que ha mantenido vital la industria de la telefonía móvil, que ha demostrado una capacidad admirable de evolucionar su negocio y que en solo dos décadas pasó de las costosas llamadas análogas a casi ilimitados servicios de datos, comunicaciones y conectividad sin fronteras.
La industria de televisión por suscripción debe aprender de estas experiencias y buscar modelos que les permitan reinventar su negocio, para convertir la digitalización en fuente de muchas nuevas oportunidades de servicios.
Por:
Gabriel Levy B.
Sergio Urquijo M.