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¿Qué le pasaría a la humanidad si el servicio de internet fuera interrumpido?

La inesperada explosión de un volcán submarino, a principios del 2022, cortó los cables de fibra óptica en la isla de Tonga y dejó totalmente incomunicada a su población.

Restablecer el servicio tomó varias semanas, tiempo en el que se puso en evidencia la alta dependencia que tiene la humanidad a internet y la fragilidad de la conectividad transoceánica.

Las consecuencias de un mundo sin Internet

El pasado 15 de enero de 2022, el volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, ubicado en el Pacífico Sur, frente a la costa de Tonga, entró en erupción y, como consecuencia, cortó los cables submarinos de acceso a internet, lo que dejó prácticamente incomunicada la isla.

Tonga se quedó repentinamente sin internet, de tal manera que la coordinación de las misiones de ayuda o rescate se dificultaron. Durante varios días fue casi imposible obtener información sobre lo que allí sucedía y, de no ser por los teléfonos satelitales, los pobladores de Tonga hubieran quedado totalmente incomunicados.

Según un reporte de la plataforma Cloudflare, que monitorea el tráfico en internet, alrededor de las 5:30 p. m. (hora local), del 15 de enero de 2022, la isla redujo a cero su conectividad, esto debido a que los cables submarinos que proveen el servicio de internet en la isla para conectarse con el resto del mundo fueron destruidos por una erupción volcánica.

El problema en contexto

Aunque para referirnos a internet con frecuencia utilizamos el concepto de la “nube”, en realidad deberíamos llamarlo el “océano”, pues casi toda la conectividad a la red depende de alrededor de 1.2 millones de cables de fibra óptica que surcan los mares del mundo, uniendo los cinco continentes y miles de pequeñas islas, a través de una misma red informática[1].

En la actualidad, compañías como CW Networks, ATT, América Móvil, Sprint, News Corporation, Verizon, Deutsche Telekom, Vodafone, Google, Amazon y Facebook son las propietarias de la mayoría de las redes de fibra óptica submarinas, especialmente las que atraviesan el atlántico[2].

El 96 % de la data que se genera en internet transcurre por los oscuros y helados fondos oceánicos. Tan solo una mínima parte, menos del 3 % del tráfico troncal de datos de internet, usa satélites o espectro, especialmente para servicios de última milla, aunque la llegada del 5G seguramente aumentará dicho porcentaje.

Un objetivo militar de alto valor

El resto del mundo continental, a diferencia de Tonga, posee no solo un cable que permite el acceso a internet, sino muchos cables proveídos por múltiples compañías, lo que garantiza que en caso de que falle alguno de ellos, el servicio siga disponible, incluso muchos de los tendidos de fibra óptica de una misma empresa cuentan con su propia redundancia; es decir, otros cables en paralelo ubicados en rutas alternas para suplir cualquier daño.

Pero es, justamente, esta doble redundancia la que está provocando un nuevo factor de riesgo, pues a medida que los cables de fibra óptica se vuelven más utilizados y confiables en todo el mundo, mayor es la dependencia a su uso. Esto ha provocado que las naciones utilicen cada vez menos las tecnologías satelitales y cada vez más la conectividad submarina; hecho que, si bien en tiempos de paz no representa problemas, se convierte en una amenaza latente en tiempos de guerra, pues cortar el acceso a la red por parte de cualquier enemigo resulta una tarea muy fácil, incluso usando simplemente las anclas de cualquier barco.

Programa Nacional de Economía Digital Ruso

Desde el año 2019 Rusia comenzó a preparar su país y su economía para una desconexión total de internet, a través del denominado Programa Nacional de Economía Digital, el cual obliga a los proveedores de servicios de internet a disponer de los recursos necesarios para seguir operando “nacionalmente”, en caso de ser desconectados de internet, sin importar la forma en que esto ocurra[3].

Como parte del plan, Rusia ha venido realizando ejercicios militares de desconexión del acceso a internet como un tema de seguridad nacional, garantizando que, si llega a serle interrumpido el acceso a la red, puedan seguir operando internamente los servicios digitales[4].

Esta iniciativa fue el primer campanazo para la opinión pública global, respecto del valor que posee internet como objetivo militar, razón por la cual muchas naciones del primer mundo, como China y Estados Unidos y otras de Europa, vienen implementando planes y estrategias de contingencia relacionadas con este tema.

¿Qué pasaría si nos quedáramos sin internet en caso de guerra?

En caso de una guerra, los posibles ataques que se produzcan en contra de internet serían tanto a nivel de hardware como de software; es decir, combinarían ataques a la infraestructura de conectividad: por un lado, se centraría en cortes a los cables submarinos y, por el otro, se ejecutarían ciberataques similares a los que ya nos tienen acostumbrados los hackers rusos y chinos, que han dejado por fuera de conexión oleoductos, empresas de energía, bancos, hospitales y muchos otros servicios.

En un escenario de ataque a internet, entre los más perjudicados estarían los servicios de salud, que gracias a la conectividad prestan modelos de telemedicina, lo que pondría en riesgo la salud y vida de millones de personas. Del mismo modo, todo el sistema educativo virtual se vería suspendido, trayendo como consecuencia un alto impacto social.

Así mismo, muchas empresas de servicios públicos podrían ver colapsados sus sistemas, se generarían suspensiones de asistencias básicas como agua, energía y telefonía, y de sistemas urbanos como los semáforos.

Por su parte, las empresas y las personas que dependen de internet, desde el primer momento de un ataque, presentarían enormes pérdidas y quedarían bloqueadas para comerciar o ejercer su objeto social. Millones de teleconferencias y reuniones virtuales quedarían canceladas y otros millares incomunicadas con sus amigos y parientes en el extranjero.

La industria de videojuegos y entretenimiento registraría multimillonarias pérdidas, al igual que las empresas de seguridad, que suspenderían el servicio de millones de cámaras conectadas y se verían incapaces de monitorear alarmas y sistemas de gestión, lo que a su vez pondría en riesgo la seguridad física de lugares y personas.

Los ciudadanos del común se verían incapaces de conectarse a medios sociales, aplicaciones y plataformas digitales, y esto, por lo menos durante las primeras semanas, podría desembocar en ansiedad y síndrome de abstinencia, dada la dependencia que una gran parte de la humanidad tiene de estas redes, especialmente en los países más conectados.

Es curioso que la inequidad, en ese escenario, jugaría a favor de sus víctimas usuales.

Según las cifras oficiales de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), alrededor del 56 % de los hogares del mundo aún no cuentan con acceso a internet y 4 300 Millones de personas no lo utilizan; el 69 % de estas personas viven en países en vía de desarrollo.

Por tanto, esta población sería la más preparada para enfrentar un corte de internet, pues si bien es posible que se vean afectados indirectamente por servicios que consumen y utilizan internet para su operación, su vida cotidiana se vería mucho menos perjudicada que la de las más de 3 mil millones de personas que sí utilizan la red con cierta frecuencia.

¿Qué pasaría cada minuto en el escenario hipotético en que internet deje de funcionar?

Por cada minuto en que internet estuviera fuera de servicio, se dejarían de enviar 69 millones de mensajes por WhastApp y Messenger; alrededor de 4 millones de videos en YouTube dejarían de ser vistos, mientras 500 videos nuevos no podrían ser cargados en esta plataforma. Los suscriptores de Netflix se perderían de alrededor de 70 mil horas de series y películas. Se perderían 2 millones de visualizaciones en Twitch.

Alrededor de 350 mil aplicaciones dejarían de ser descargadas de iTunes y Google Play. No se publicarían 65 mil fotos en Instagram ni 575 mil trinos en Twitter.

Se cancelarían al menos 100 mil reuniones en Teams, Zoom y Meet. Se dejarían de enviar 197 millones de correos electrónicos[5].

Cerca de 900 mil personas dejarían de ver su muro de Facebook, y no se escucharían 40 mil horas de música en Spotify. Uber dejaría de transportar más de 5 mil personas; y dejarían de ocurrir 3.5 millones de búsquedas en Google[6].

En el campo económico, se suspenderían 5 millones de ventas electrónicas que hoy se hacen cada minuto; tan solo VISA dejaría de transar 1.5 millones de operaciones financieras y Mastercard, cerca de un millón.

En un solo día las bolsas de valores dejarían de procesar alrededor de 90 mil transacciones bursátiles; el mercado Forex perdería 6.6 billones de dólares; la bolsa de Nueva York, 3 billones y la de Tokio, 4 Billones. Las aseguradoras dejarían de expedir más de mil millones de seguros[7].

Respecto al internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) y la suspensión de la inteligencia artificial, existen muy pocos estudios o estimaciones que determinen cuál sería el impacto real, pero claramente, en un mundo tan dependiente de la tecnología, el impacto no sería menor.

No obstante, si bien un minuto o un día sin internet pareciera ser apocalíptico, es difícil establecer a ciencia cierta qué pasaría si una suspensión del servicio se prolongara por días o semanas. No podemos subestimar la increíble capacidad de adaptación e innovación de la humanidad. Aunque, inicialmente, podría presenciarse una depresión económica similar a la de los años 30 del siglo XX, seguramente, con el paso de los días, las sociedades encontrarían formas de solucionar los problemas cotidianos, obligándonos a recordar y experimentar la vida como era antes de internet.

En conclusión, aunque internet es una red muy segura y diseñada para los peores escenarios posibles, la dependencia que tenemos a esta red la ha convertido en un objetivo militar de alto valor en caso de una guerra, la cual, muy seguramente, no solo incluirá ciberataques, sino también cortes en los cables submarinos, mismos a los que somos cada vez más dependientes.

 

[1] Satariano, A. (11 de marzo de 2019). “La gente cree que los datos están en la nube, pero no: están en los océanos”. En The New York Times. Disponible en https://www.nytimes.com/es/interactive/2019/03/11/espanol/ciencia-y-tecnologia/internet-cables.html
[2] Fernández, Y. (19 de enero de 2018). Así es el mapa de todos los cables submarinos que le dan forma a Internet. En Xataka. Disponible en https://www.xataka.com/otros/asi-es-el-mapa-de-todos-los-cables-submarinos-que-le-dan-forma-a-internet
[3] BBC News Mundo. (11 de febrero de 2019). Los planes de Rusia para desconectarse de internet como parte de sus preparaciones para una ciberguerra. Disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-47199738
[4] Ibíd.
[5] Mena, M. (11 de agosto de 2021). ¿Qué sucede en Internet en un minuto? En Statista. Disponible en https://es.statista.com/grafico/17539/datos-creados-online-en-un-minuto/
[6] Telefónica. (16 de noviembre de 2021). ¿Qué pasa en un minuto en Internet en 2021? Disponible en https://www.telefonica.com/es/sala-comunicacion/que-pasa-en-un-minuto-en-internet-en-2021/
[7] Rankia. (26 de julio de 2021). ¿Cuánto dinero mueve la bolsa diariamente? Disponible en https://www.rankia.co/blog/analisis-colcap/4769854-cuanto-dinero-mueve-bolsa-diariamente

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