Foto: Dario KJZ en unsplash.com

binge-watching  y la crisis de la Televisión Tradicional

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El inesperado crecimiento de las plataformas de Video en Demanda OTT, ha diversificado y potenciado el consumo audiovisual de forma significativa, mejorando las experiencias y aumentando exponencialmente la oferta de contenidos accesibles para los consumidores, al tiempo que crece la percepción del agotamiento de la Televisión en ciertos sectores de la industria. 

¿Se acabará la Televisión tal y como la conocemos?

Por: Gabriel E. Levy B.
www.galevy.com

El consumo de un contenido audiovisual tradicional estuvo históricamente supeditado a referencias de tiempo y espacio, pues implicaba o ir a cine a una hora determinada, o  sentarse frente al televisor.

Bajo esta premisa crecieron muchas generaciones, corriendo a casa para ver su telenovela, sufriendo por perderse la hora de su programa favorito o por llegar tarde al cine.

Ya fuera para ver noticias, películas, eventos o series, el almanaque y el reloj eran los tiranos de la programación.

La digitalización del ecosistema audiovisual y la llegada del video a la carta (VOD[1]) ampliaron significativamente las formas en que las personas consumen contenidos audiovisuales, no solo rompiendo la estricta dependencia con el reloj y el espacio físico, sino también con la periodicidad de visualización de un mismo producto.

Por primera vez en la historia de la televisión, un seriado que como su nombre lo explica, está diseñado para verse por episodios, puede disfrutarse de corrido y de forma continua sin tener que esperar a la semana siguiente para acceder a los capítulos subsecuentes.

El concepto de binge-watching

El binge-watching, que hemos analizado previamente en otros artículos, es una expresión inglesa que hace referencia al consumo compulsivo y progresivo de series audiovisuales, generalmente en formato digital y bajo demanda, traducido popularmente al español como maratón de series.

Este modo de consumo, impensable en las épocas del broadcasting lineal en televisión, se ha masificado y popularizado con la aparición de Netflix y otras plataformas OTT de video a la carta.

La génesis del término se remonta a la década de los 90, que se utilizó por primera vez para definir la práctica de ver varios capítulos de series de televisión gracias a la distribución de temporadas en colecciones de DVD.

Para 2011, un artículo publicado en el diario Washington Post, titulado “TV shows online transforms a generation’s viewing habits”[2], visibilizó y masificó el concepto refiriéndose al fenómeno del consumo de contenidos audiovisuales sistemáticos y progresivos, principalmente por parte de estudiantes universitarios que consumían en un solo bloque programas de televisión incluso sin contar con un televisor, pues lo hacían en diferentes dispositivos.

Los Desafíos de las nuevas prácticas de consumo Audiovisual

El término de binge-watching[3]se consolidó en el imaginario colectivo a partir de 2012, gracias a la amplia oferta de series de servicios como Netflix, Hulu y Prime Video, que desencadenaron el fenómeno de las maratones como una práctica habitual por parte de los usuarios.

El binge-watching encanta y seduce a las audiencias, lo cual en perspectiva es positivo, pues genera fandom (grupos de aficionados que participan activamente en la promoción y desarrollo de un proyecto audiovisual) y fideliza a los espectadores. Sin embargo, este fenómeno se está convirtiendo en un problema que no puede ser ignorado en la industria audiovisual: la producción de una gran serie puede tardar meses, y por esta razón se proyectaba para ser emitida semanalmente, pues esta periodicidad permite mantenerla viva por mucho tiempo en la mente de los consumidores y apelar al deseo de esperar la siguiente parte de la historia.

Cuando la audiencia consume en solo una semana, se rompe el equilibrio originalmente calculado. La serie puede morir muy rápido en la mente del espectador o, en el caso contrario, puede generar en las audiencias ansiedad por el largo tiempo de espera de la siguiente temporada, algo que muchos hemos experimentado cuando quedamos fascinados con una serie que devoramos en una semana y sabemos que debemos esperar hasta dos años para ver la siguiente.

Las grandes productoras de hoy, especialmente las mismas OTT, han puesto en práctica algunas estrategias para disminuir esa ansiedad y mantener la atención y la expectativa de los fans sin agotarlos.

Se lanzan capítulos especiales de fin de año, contenidos transmedia pueblan las redes sociales y los elencos de las series exitosas andan por el mundo causando sensación en festivales y shows, aunque la temporada haya terminado hace 10 meses. No obstante, el riesgo de perder audiencia, o peor, de decepcionarla tras una larga espera, sigue siendo el fantasma que amenaza una industria arriesgada.

Un nuevo tipo de Ceremonia

Mareike Jenner, investigadora de Anglia Ruskin University de Inglaterra, en su artículo académico Binge-watching: Video-on-demand, quality TV and mainstreaming fandom[4], sugiere que maratonear una serie es un tipo de “ceremonia” de visualización, asociada con las prácticas de los fanáticos, vinculada al contenido serializado de “culto” y “calidad”.

La investigadora sugiere que este comportamiento impacta de forma directa en las estrategias mediante las cuales los proveedores de VOD como Netflix, Hulu, Disney+, Prime Video o incluso YouTube, se posicionan como una alternativa a la televisión programada, sincronizada y “tradicional”.

¿Las nuevas formas de consumo amenazan la Televisión Tradicional?

La visión de Mareike, como la de otros investigadores en el tema, analiza el binge-watching como un fenómeno alternativo que convive con los modelos tradicionales de consumo audiovisual.

Esto, tal y como lo hemos analizado ampliamente en el pasado sigue evidenciando que la televisión tradicional convive en la contemporaneidad con nuevas formas de consumo audiovisual..

En el caso de Latinoamérica, de acuerdo con las cifras de la CEPAL[5], para más de la mitad de los ciudadanos de la región la televisión emitida (broadcast) sigue siendo el único medio para el consumo audiovisual y la principal plataforma de acceso a la sociedad de la información, del conocimiento, del espectáculo y del entretenimiento.

¿Se acabará la Televisión tal y como la conocemos?

La evidencia permite observar que las nuevas formas de visualizar y consumir los contenidos siguen estando incorporadas por productores, programadores y agrupadores de contenidos, sobre todo en una época en que el más tradicional de los contenidos pude terminar en el catálogo de una OTT, como es el caso de muchas telenovelas clásicas y series famosas.

El consumo audiovisual sincrónico, ese que se hace cada semana o cada día a la hora pactada por el canal, sigue siendo importante y se conjuga de manera armónica con el consumo digital en esta convulsa pero emocionante era de la televisión.

Todo lo anterior impide que sea posible determinar con certeza si la televisión tradicional morirá en los próximos años o décadas, sin embargo casi con certeza es posible afirmar que al menos durante esta década seguirá existiendo como una modalidad altamente consumida, lo cual se puede argumentar desde múltiples perspectivas: Primero que todo existe un fuerte arraigo en los hábitos de consumo de muchas generaciones que crecieron con la televisión y que aún la siguen consumiendo, de otro lado el lento crecimiento de la conectividad en toda América Latina y por último y no menos importante: La Televisión evita la carga cognitiva de tomar decisiones sobre el contenido que se consume, dado que alguien tomó esa decisión previamente.

En Conclusión, Las nuevas formas de consumo audiovisual como el Binge-Watching, han llegado con mucha fuerza y arraigo en las tradiciones culturales, especialmente en las generaciones más jóvenes, ampliando exponencialmente la oferta y demanda de contenidos audiovisuales y mejorando la experiencia de recepción.

Todo lo anterior ha significado la pérdida de la supremacía como plataforma por parte de la Televisión, quien ahora debe compartir mercado con muchas nuevas pantallas, lo cual se podría definir como la expansión del audiovisual, lo que no necesariamente significa su fin, al menos en el corto o mediano plazo.

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