¿Por qué es tan estrecha la “banda ancha” en América Latina?

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El informe Estado de la banda ancha en América Latina y el Caribe, presentado el año pasado por la CEPAL y cofinanciado por la cooperación alemana, evidenció que ninguno de los países de América Latina alcanza a tener al menos un 5% de sus conexiones a Internet con velocidades superiores a 15 megabits por segundo —Mbps—, mientras que, en los países desarrollados, en Europa y América del Norte, el porcentaje de conexiones de esta velocidad es cercano al 50%. En otras palabras, el 95% de los habitantes de nuestra región accede a Internet con velocidades inferiores a 15 Mbps. Este indicador, sumado a los altos índices de latencia o retardo —entendido como el tiempo que le toma a un paquete de información ir a su destino y volver—, evidencian que, en la región, la denominada banda ancha en realidad es muy estrecha.

En los últimos años, las velocidades de conexión han crecido exponencialmente en la región. Especialmente las velocidades móviles (banda ancha móvil, BAM), que en menos de 5 años se duplicaron anualmente, en promedio, respecto al año inmediatamente anterior, pasando de conexiones iniciales de 128 kbps a velocidades que ya superan los 3 Mbps en promedio, lo cual constituye un gran logro y avance en muy poco tiempo.

Respecto a las velocidades de banda ancha fija, la media de la velocidad promedio en la región fue de 4,7 Mbps. Chile es el país con mayor velocidad (7,3 Mbps) y Venezuela el de menor (1,9 Mbps). Respecto a 2015, el mayor crecimiento anual de la velocidad promedio lo tuvo Bolivia (60%), seguido por Paraguay (51%) y México (43%).

Lo anterior evidencia que los gobiernos y los agentes que componente la cadena de valor para proveer el servicio de Internet no se están quedando quietos respecto a la implementación de políticas que permitan mejorar los indicadores de conectividad y de velocidad de acceso. También puede verse que se han logrado resultados importantes que son prueba de los avances en esta materia.

No obstante, los importantes avances alcanzados siguen siendo insuficientes para las crecientes necesidades de comunicación de la región. El rezago es evidente, y sigue derivando en un aumento de la brecha digital, especialmente en zona rurales. Este desequilibrio deja a nuestros pueblos en una clara desventaja competitiva respecto a otras regiones del mundo.

 

¿Pero por qué es tan estrecha la banda ancha en América Latina?

Lo primero que debe ser tenido en cuenta, es la variable economía a escala, es decir, la disminución de los costos que se derivan en todos los mercados cuando se crea y distribuye masivamente un mismo producto o servicio. Bajo esta lógica económica, resulta mucho más barato producir un millón de zapatos que diez mil zapato. Del mismo modo, en los servicios de acceso a Internet, es mucho más económico el valor de un mega por usuario promedio para cien millones de personas que para un millón de personas.

Es así que, a medida que fueron creciendo los usuarios conectados en América Latina, los costos se han reducido. En el 2010 se requería destinar cerca de 18% de los ingresos promedio mensuales de un ciudadano, para contratar un servicio de banda ancha fija de 1 Mbps, mientras que a principios de 2016 esa cifra era de solo 2%, pues el megabit dedicado bajó en promedio de 400 USD para los ISP, a 40 USD promedio por ISP —Internet Service Provider, empresa proveedora de servicios de Internet—.

No obstante, la economía a escala en nuestra región aún es muy inferior a la de Europa, Norte América y Asia Oriental, regiones en las que la demanda del servicio es mucho mayor y por consiguiente el valor del megabit es mucho menor. Esto promueve el crecimiento de los canales de conectividad, las redes troncales de fibra óptica y el mejoramiento en la infraestructura tecnológica; promueve la disminución de los costos y el aumento de las velocidades de conexión.

El segundo factor que ha influido en este atraso es la baja oferta de redes internacionales de acceso a Internet. Hasta hace muy poco, dicha oferta se limitada al duopolio de Colombus Network y Movistar, razón por la cual existía una concentración de precios en el mercado. Este factor ha cambiado en los últimos años con los nuevos cables de fibra óptica submarina que han entrado en operación, especialmente el de Telmex-Claro, que ha permitido el aumento en las capacidades de conexión intercontinental para la red. Sin embargo, hasta que este actor no logre subsanar los altos costos de inversión, no podrá convertirse en un agente reductor de costos.

No puede ignorarse la influencia de una variable estructural de la región: el bajo Poder Adquisitivo de nuestros ciudadanos. Aunque va en aumento, la brecha con países más desarrollados es lo suficientemente grande para perjudicar la competitividad de la región, Esta característica termina afectando al mercado como una especie de círculo vicioso: los usuarios no pueden pagar mayores velocidades y por tanto, bajo la dinámica de la economía a escala, los operadores no ofrecen mayores velocidades a menores costos ya que no existe la suficiente demanda.

Como último factor relevante en este fenómeno hay que apuntar los altos costos que conlleva establecer y mantener la infraestructura tecnológica necesaria para un mejor ISP. Mientras no haya una mayor apropiación tecnológica por parte de las empresas y más fomento de la investigación en telecomunicaciones y otras áreas relacionadas, estos costos seguirán siendo una limitante para el desarrollo de una red más versátil, estable y adecuada a las necesidades de América Latina y sus mercados.

Es importante que tanto empresas como Estados se comprometan a fomentar las políticas que permitan un crecimiento acelerado en la conectividad y el ancho de banda. Se necesitan mas actores en el mercado, para que la competencia galvanice el desarrollo de soluciones propias. Es esencial que se desconcentren las redes de acceso internacional, que se generes más ISP medianos y grandes en la región, así como una mayor presencia de CDNS y más inversión y fomento por parte de los gobiernos y las grandes empresas.

 

Por:
GABRIEL E. LEVY B.
SERGIO A. URQUIJO M.

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